La tecnología no puede reemplazar la conciencia y el metal debe ceder ante la fragilidad humana.
Redacción por: Aristeo García Gonzáles
Lo que debería de representar un pacto de civilidad, se ha convertido en un problema, el ritmo frenético del tráfico de la ciudad cada día nos muestra nuevas coreografías, cuyos actores principales son los vehículos, las motocicletas, bicicletas y los peatones, quienes las realizan al momento de cruzar un paso de cebra.
Datos recientes de la Organización Mundial de la Salud [2025], señalan que cada año, cerca de 1,2 millones de personas pierden la vida en la carretera, más de una cuarta parte de ellas en desplazamientos a pie o en bicicleta. Sin embargo, solo el 0,2 % de las carreteras de todo el mundo cuentan con carriles bici, y demasiadas comunidades carecen de elementos básicos, como aceras o pasos de peatones seguros.
Un conductor que ignora una luz roja en un semáforo también puede ignorar las luces parpadeantes de un cruce inteligente. Un peatón que cruza sin mirar, inmerso en su teléfono móvil, sigue siendo vulnerable. Aquí es donde la tecnología topa con la pared del comportamiento humano y se revela la necesidad imperante de una nueva cultura vial.
Ante esta realidad, surge una pregunta crucial: ¿es la solución tecnológica, como los «pasos de cebra inteligentes», o necesitamos algo más profundo, una verdadera cultura vial?
La respuesta es que necesitamos ambas, en una simbiosis donde la tecnología actúe como catalizador del cambio cultural.
Es una realidad la existencia de sistemas inteligentes, el paso peatonal inteligente es una infraestructura vial que utiliza tecnologías avanzadas, como sensores, cámaras, luces LED, e incluso inteligencia artificial (IA), para mejorar la seguridad de los peatones al cruzar las calles. Países como Londres, Reino Unido, España y México [la Ciudad de México (Paseo de la reforma); Toluca (Estado de México)] los han adoptado, buscando con ello mejorar la movilidad en las ciudades y la seguridad de los peatones..
A pesar de lo anterior, sería un error pensar que la tecnología podría poner fin a estas coreografías que vemos a diario en los cruces peatonales o, incluso, pensar que un conjunto de reglas memorizadas es un ecosistema de respeto y responsabilidad compartida que regulan la movilidad humana.
Entonces ¿Qué necesitamos para logar una sinergia perfecta: una nueva cultura vial?
En México la movilidad se encuentra reconocida como un derecho humano, incluso, existe una Ley General de Movilidad y Seguridad Vial, con la cual se busca transformar y modernizar las calles para convertirlos en espacios más seguros, dándole prioridad al transporte público, ciclistas y peatones.
Sin embargo, el verdadero progreso hoy en día no sólo se encuentra en la transformación, modernización y utilización de la tecnología como herramienta para construir y reforzar la cultura vial. Un paso de cebra inteligente protege, pero también educa. Cuando las luces se activan se envía un mensaje, en ese momento el peatón tiene la prioridad absoluta y condiciona al conductor para que este más alerta y no se deje seducir por la tecnología, principalmente, por el uso de teléfonos móviles.
Una verdadera cultura vial debe ser algo dual. Por un lado, invertir en infraestructura inteligente que proteja activamente a los peatones. Mientas que, por el otro, la existencia de programas educativos y campañas de sensibilización. Este doble enfoque podrá logarse si los actores que participan en los pasos de cebra por más inteligentes y luminosas que sean, solo podrán alcanzar su máximo potencial cuando realmente estén pintadas sobre la base sólida de un respeto mutuo, toda vez que la fragilidad humana, no depende de la tecnología sino de la conciencia humana.