El mundo digital se encuentra en constante actualización, lo que nos puede generar una crisis de atención o ansiedad.
Redacción por: Aristeo García González
Imaginemos por un momento, luego de diez años nos encontramos una memoria que contiene archivos donde guardamos recuerdos y conversaciones. Este hallazgo funciona como una capsula del tiempo que puede evocarnos nostalgia y un valor emocional incalculable o, cuando que queremos aprender algo, recurrimos a videos de Internet y terminamos viendo memes de gatos.
Estamos viviendo en una época, donde las patologías en nuestras vidas se han disparado: tecnoestrés, nomofobia, cibercondría, amnesia digital, tecnoadicción, etc. Esta realidad, ha generado una nueva “crisis de atención”, se trata de una patología en la que la mente humana se está viendo fragmentada por una corriente incesante de estímulos, ocasionados por la creciente hiperconexión y la constante actualización tecnológica.
En respuesta a esta sobrecarga de estímulos, surge lo que se ha denominado como minimalismo digital, un concepto que aboga no por el rechazo total de la tecnología, sino por un uso deliberado y consciente de ella, es decir, se trata de una estrategia para interactuar con dispositivos y aplicaciones basado en el principio “menos es más”. Justamente, el minimalismo digital no es un simple conjunto de acciones, sino un proceso de desarrollo de la autorregulación y la conciencia.
Cal Newport [On digital Minimalism], figura clave que ha articulado los principios del minimalismo digital como una filosofía de vida coherente, nos invita a reflexionar y saber “cuánto es suficiente” para poder vivir una vida más centrada en un mundo cada vez más ruidoso. Para de esta forma poder también centrarnos en nuestro yo, en nuestro mundo silencioso.
El desorden [La acumulación de dispositivos, aplicaciones y servicios innecesarios satura el tiempo y la atención] genera una sobrecarga con un costo tangible –distracción– en la calidad de vida, debido al uso de aplicaciones (apps) no esenciales; la optimización [el «cómo» y «por qué» se utiliza cada tecnología] es esencial, nos permite entender el valor de la vida con respecto al uso de una aplicación cuando la misma puede ser beneficiosa y limitada; y, la intencionalidad [decisiones activas sobre cómo invertir el tiempo en línea] se alimenta de la satisfacción de interactuar con la tecnología de manera consciente y deliberada.
A partir de lo anterior, el minimalismo digital puede ser entendido como:
Un estilo de vida que nos puede ayudar a cuestionarnos qué herramientas tecnológicas nos aportan valor a nuestras vidas, además de permitirnos hacer un espacio para cosas importantes como la salud, las relaciones personales, las pasiones, el crecimiento y la contribución.
En definitiva, para poder alcanzar ese mundo silencioso en el que vivíamos hasta antes de la llegada de la tecnología y la digitalización, con el minimalismo digital se pretende recuperar el control sobre el tiempo, la atención y la claridad mental, con la intención de que podamos priorizar lo que es realmente importante y aporta valor a nuestra vida personal, familiar y profesional. Es decir, se busca redefinir la relación con la tecnología, pasando de una dependencia pasiva a un uso consciente y selectivo.
¡Te animas a practicar el minimalismo digita!