En un mundo que está cambiando constantemente, resulta necesario hacer frente a las nuevas realidades
Redacción de: Aristeo García González

En cualquier momento de nuestra vida, requerimos de ciertas destrezas para poder hacer algo, para estudiar, para aprender, para relacionarnos, para usar la tecnología.

Hoy, no hay duda, la sociedad ha cambiado, el mundo ha cambiado, las instituciones están cambiando, el trabajo ha evolucionado, incluso, la manera de comunicarnos y expresarnos ha cambiado. Nos encontramos ante nuevos desafíos en nuestra vida cotidiana. Es por ello que resulta preciso adaptarse a las nuevas realidades. La pregunta sería: ¿cómo lograrlo?

Es entonces que las habilidades para la vida cobran relevancia: Las habilidades cognitivas, emocionales, intepersonales son ahora el eje central en esta sociedad.

Se trata de capacidades que permitirá a las personas no solo alcanzar el éxito a nivel profesional, sino también mejorar su bienestar personal y fortalecer sus relaciones, las cuales sin duda en este siglo veintiuno son algo vital para la persona y la propia sociedad.

Las habilidades cognitivas, tiene que ver con el poder resolver problemas y ser creativo, se trata de procesos mentales que nos ayudan a procesar información, aprender, resolver problemas y tomar decisiones. En un mundo en constante cambio, son más importantes que nunca.

Sin duda, el poder identificar, analizar y solucionar problemas de manera efectiva son elementos clave para los desafíos tanto en el ámbito personal como profesional; incluso, la capacidad para generar ideas nuevas y originales es un valor añadido que permite a las personas encontrar soluciones innovadoras en escenarios tradicionales como complejos.

En el caso de las habilidades emocionales, también conocidas como inteligencia emocional se refieren a la capacidad de reconocer, comprender y gestionar nuestras propias emociones y las de los demás. Se trata de unas habilidades esenciales para establecer relaciones sanas y satisfactorias.

Sin duda, la autorregulación, esto es, el poder controlar nuestras emociones e impulsos es esencial para evitar situaciones de estrés o conflicto. Así como la empatía, es fundamental para la construcción de relaciones basadas en el respeto y la confianza.

El caso de las habilidades interpersonales, vienen a completar las dos anteriores, puesto que, sin ellas, la comunicación y la relación con los demás no podría ser de manera efectiva, lo que permite un mejor trabajo en equipo, liderar proyectos, incluso, resolver conflictos de manera efectiva.

Finalmente, pero no menos importantes, tenemos las capacidades técnicas y específicas, las cuales adquirimos a través de la educación, la capacitación o la experiencia laboral. De ahí que se trate de habilidades -duras– concretas, medibles y demostrables. Algo así como, una caja negra, de la cual sabemos y conocemos su contenido.

Estas últimas cobran relevancia en el ámbito profesional, como en el caso de un abogado, de nada le servirá conocer de leyes, sino no sabe cómo hacer uso de la tecnología, es decir, utilizar las herramientas digitales (gestión de bases de datos, ciberseguridad, uso correcto de la inteligencia artificial, uso de plataformas y redes sociales, etc.), incluso, si no tiene un pensamiento crítico y analítico que le permita resolver un caso de la mejor manera.

En definitiva, queda claro que, el profesional del siglo XXI debe ser un hibrido, esto es una persona con solidez técnica. Pero también con inteligencia emocional, incluso espiritual (saber vivir, saber convivir) y agilidad mental para poder transitar en un entorno complejo y en constante evolución donde las relaciones personales suelen tornarse individuales.

Acaso tú, te has preguntado, con qué habilidades cuentas y que conocimientos aplicas en tu vida cotidiana.