Apatzingán, Michoacán – Enclavada a la orilla del Río Grande, a unos 40 minutos de la cabecera municipal de Apatzingán, la comunidad de El Alcalde se ha convertido en símbolo del miedo y la desolación que deja la lucha entre grupos criminales en la región de Tierra Caliente.
Lo que alguna vez fue un bastión del grupo delictivo Los Caballeros Templarios, hoy sufre los estragos de una guerra territorial protagonizada por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), que busca arrebatar el control a sus rivales. El avance de esta organización ha desatado enfrentamientos armados y ataques con explosivos lanzados desde drones, lo que ha obligado a la mayoría de sus habitantes a huir.
De acuerdo con datos del INEGI de 2020, El Alcalde tenía 343 habitantes; sin embargo, actualmente sólo cinco familias permanecen en el lugar. Las tiendas y comercios están cerrados, y las calles lucen vacías, marcadas por el silencio del abandono.
Uno de los espacios más impactados por la violencia es la capilla de la comunidad, cuyo techo de lámina muestra boquetes provocados por explosivos lanzados desde drones, mientras que el nicho de la Virgen de Guadalupe presenta impactos de arma larga, reflejo del fuego cruzado que ha devastado viviendas y espacios públicos.
En redes sociales se han difundido imágenes que documentan estos daños, provocando indignación y preocupación entre usuarios y organizaciones civiles.
A pesar de que el Ejército Mexicano, la Guardia Nacional y la Guardia Civil han incrementado su presencia en la zona, no hay señales del retorno de los desplazados. Muchos de ellos evitan dar sus nombres o aparecer públicamente, por temor a represalias.
El caso de El Alcalde representa uno más de los desplazamientos forzados que, silenciosamente, continúan ocurriendo en regiones del país marcadas por la violencia criminal y la ausencia de condiciones de seguridad para la población civil.