El cardenal Alberto Suarez Inda y los obispos michoacanos afirmaron que las extorsiones, las ejecuciones, la desaparición forzada de personas, el cobro de piso, continúan como prácticas en la entidad, y advirtieron que la desconfianza ciudadana en sus autoridades igualmente se encuentra vigente y que el Mando Único Policial sólo ha generado confusión entre la sociedad.

A través de una carta abierta dirigida a los medios de comunicación la noche de este domingo, la jerarquía católica michoacana fustiga también las movilizaciones de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) que afectan la vida cotidiana en la entidad.

El posicionamiento íntegro de Suárez Inda y del resto de los obispos michoacanos es el siguiente:

MENSAJE DE LOS OBISPOS DE LA PROVINCIA ECLESIÁSTICA DE MORELIA

Los Obispos de las Diócesis de Apatzingán, Ciudad Lázaro Cárdenas, Morelia, Tacámbaro y Zamora les saludamos con afecto, conscientes del enorme valor que tiene la familia como “núcleo natural y fundamental de la sociedad” , para formar a las personas en el amor, la responsabilidad y el respeto a la vida.

Constatamos con tristeza que la realidad de Michoacán sigue arrojando datos preocupantes:

  • Continúan las extorsiones por la vía telefónica o la intimidación a través de las redes sociales.
  • Suceden con frecuencia asesinatos en plena luz del día y en espacios públicos donde se encuentran muchas personas que nada tienen que ver con venganzas entre grupos delictivos.
  • Es frecuente el bloqueo de carreteras por parte de grupos que emplean este recurso para hacerse escuchar en sus demandas, pero de paso lesionan la tranquilidad y el derecho de los demás al libre tránsito.
  • Los métodos empleados por algunos grupos para manifestar su inconformidad con la Reforma Educativa han impedido que nuestros niños y jóvenes tengan un ciclo escolar regular que les permita ser mañana promotores de una mejor sociedad.
  • El robo de vehículos en las carreteras, dejando a sus propietarios a la deriva.
  • La desaparición de personas, sin que nadie dé razón de dónde encontrarlas, vivas o muertas.
  • La escasez de fuentes de trabajo que hace que los jóvenes se den a la vagancia o a la delincuencia.
  • Bajo amenaza, son muchos los que se ven forzados a pagar cuotas injustificadas a grupos criminales.
  • La propia casa familiar –antes considerada espacio seguro– es violada por quienes han ido a sacar con violencia a algún miembro de la familia o a asesinarlo a domicilio.
  • Muchas familias del campo y de los pueblos, por presión de grupos criminales, se ven forzadas a abandonar sus tierras y su casa; su frustración es grande cuando, al llegar a su nuevo destino, se encuentran escenarios semejantes a los que dejaron.
  • Los ciudadanos manifiestan desconfianza en las autoridades, para denunciar un delito o solicitar protección,