Nuestro cerebro ha dejado de ser la caja negra a la que nadie, más que nosotros mismos, conocíamos. Ahora, puede ser manipulado.

Redacción por: Aristeo García González

Y si pudieras espiar la mente y manipular los pensamientos de las personas: ¿Qué harías?

La llamada revolución neurocientífica ha traído consigo un cambio de paradigma, la caja negra de nuestro cerebro finalmente ha sido abierta, gracias al avance científico y tecnológico se ha logrado algo que resultaba imposible: hackear nuestro cerebro.

Pareciera que se trata de ciencia ficción o quizá suene descabellado, pero hoy en día el poder espiar nuestra mente y manipularla ya no es algo imposible, es una realidad.

Hace ya algún tiempo, nuestra libertad de pensamiento, nuestra libertad cognitiva era una caja negra a la que nadie podía entrar, nuestros pensamientos, nuestras emociones, incluso, nuestras decisiones estaban a salvo en nuestro propio cerebro. Sin embargo, la llegada de las interfaces cerebro-máquina que conectan ordenadores directamente con la mente hace necesario que pensemos en los riesgos y consecuencias de lo que puede significar el hackeo de nuestro cerebro (brain hacking).

Vayamos por el principio, el término brain hacking se usa para describir técnicas y tecnologías que pueden influir, leer o modificar la actividad cerebral con el fin de alterar pensamientos, emociones, decisiones o comportamientos. Lo cual, nos puede llevar pensar si este tipo de prácticas hace vulnerable nuestra actividad cerebral.

Si bien es cierto, el hackeo del cerebro conlleva un enorme potencial que va desde curar enfermedades hasta ampliar capacidades humanas. También va acompañado de riesgos para nuestra privacidad, autonomía y la equidad social.

Dentro de los efectos positivos y usos que conlleva el brain hacking podemos encontrar aquellos que tiene que ver con fines terapéuticos –tratamiento del parkinson, epilepsia, depresión, estimulación cerebrovascular-, de rehabilitación y accesibilidad –permite la comunicación y control a personas con parálisis o discapacidad severa-, de mejoras del aprendizaje y memoria –intervenciones que faciliten la rehabilitación cognitiva-, detección temprana de patologías –enfermedades neurogenerativas-, interfaces naturales – control del pensamiento que mejore la calidad de vida– y, para investigación científica que permitan comprender la cognición y las bases neuronales de enfermedades mentales.

Respecto a los riesgos, los principales lo constituyen: “la pérdida de la privacidad mental”, esto es, a través de los datos neuronales se puede revelar pensamientos, emociones o vulnerar la intimidad, si son filtrados, dado que se trata de información sensible. La “violación de la autonomía y consentimiento”, donde la manipulación o presión puede llegar a afectar las decisiones personales. Así como, las alteraciones psicológicas y cognitivas, donde una mala estimulación o mal diseñada puede producir ansiedad, cambios de personalidad, memoria afectada o convulsiones.

Otros riesgos, lo constituyen la desigualdad y coerción, el uso mal entendido y militarización, esto es el uso de tecnologías para influencia masiva, control o interrogatorio. Incluso, dependencia y falta de regulación y responsabilidad.

No cabe duda, la conexión máquina-cerebro permite que otra persona puede tomar el control de nuestro cerebro. Entonces, si tu pudieras hackear el cerebro de las personas: ¿con qué finalidad lo harías?