Cuando somos adolescentes optamos por gustos definidos porque necesitamos conformar nuestra personalidad, requerimos asirnos a algo real: nos gusta uno o dos géneros musicales, vestimos de cierta forma para identificarnos con la panda de la escuela, comemos algún tipo de comida y recurrimos a frases y gestos que nos identifican con nuestros amigos. Pensamos que eso nunca va a cambiar, lo cual nos alivia, nos hace sentir seguros. Pero llega el día en que cambiamos y renegamos de ello. ¿En qué estábamos pensando cuando nos vestíamos tan horrendamente? Un estudio publicado por Psychology and Aging  indica que la personalidad cambia a través del tiempo como la apariencia física.

Si eres adolescente e introvertido y piensas que todo está perdido, la verdad es que no, tienes altas probabilidades de cambiar. En un estudio que abarca 63 años, Matthew Harris y sus colegas de la Universidad de Edimburgo encontraron que las personas tienen personalidades muy diferentes comparadas desde su adolescencia a lo que son en la vejez. Este estudio comenzó en 1950 con un grupo de 1, 209 escoceses de 14 años de edad, y terminó en 2012 cuando los participantes tenían 77 años. ¿Qué pasó durante esos años? Demasiados cambios.

En 1950, los participantes del estudio, adolescentes, tenían maestros que calificaban los siguientes rasgos de personalidad: confianza en sí mismos, perseverancia, estabilidad de estados de ánimo, conciencia, originalidad y deseo de aprender. En 2012, 174 de aquellos adolescentes, ahora personas de la tercera edad, acordaron volver a examinar su personalidad, habían pasado 62 años. Los sujetos fueron evaluados según los seis criterios originales; para este ejercicio se recurrió a una persona que nos los conociera que podía o no confirmar sus declaraciones. Resultó que los sujetos habían desarrollado algo más que arrugas: también habían formado nuevas personalidades. Los investigadores no encontraron una correlación significativa entre las calificaciones que obtuvieron los 14 años y las recientes de 77 años.

Lo que el estudio observo, sin embargo, es que cuanto más largo es el intervalo de tiempo que distancia a un yo de otro yo, más débil tiende a ser la relación entre los dos. Si se compara a un niño de 12 años y uno de 42, la relación entre los rasgos de personalidad será más fuerte que cuando se compara al adolescente con sus 77 años. En un intervalo de 63 años casi no hay ninguna relación. Tampoco es tan difícil de entender lo que propone este estudio. Entre la primera infancia y la adolescencia experimentamos muchos cambios, no solo en lo que respecta a lo físico, sino en la personalidad. Es natural que, además de los cambios físicos y psicológicos que experimenta toda persona, haya un factor social que determine la personalidad. Pero este estudio no toca ese tema. Si realizas un ejercicio de recuerdo, y te pones a pensar en cómo eras en la niñez y la pubertad, quizá no te reconozcas a como eres ahora. No sería extraño, han pasado muchos años, has crecido, cambiado. Quizá le serías extrañó a tu yo de hace 20 o 30 años, pero respóndete con sinceridad, te gustas más ahora o antes.

¿Te recuerdas de niño? ¿Alguna vez has practicado ese ejercicio?